Juegos
Confieso que estoy completamente enganchado a un juego. A mis años me seduce un pasatiempo de adolescente ¡Quién me lo iba a decir! El jueguecito de marras es fantástico porque puedes practicarlo a cualquier edad y, además, sólo o en compañía, según tu día sea sociable o solitario. No requiere horas ni lugar determinado para practicarlo. Es ideal para casa, el aire libre e, incluso, en el lugar de trabajo eso sí, para los más pudorosos, procurando que no te vean tus jefes (no vaya a ser que les de envidia porque sepas más que ellos) Todas las posiciones pueden ser buenas dependiendo de la habilidad y estado físico de los participantes. Tanto da que lo hagas estirado, de pie o sentado. Lo mejor de todo es que nadie te recrimina si engañas al contrario, es más, la mentira es un valor añadido en el juego que puede darte la victoria frente a los demás. En muchas ocasiones los otros jugadores no se dan ni cuenta de que inventas o finges. Y si el juego no te va bien o no te gusta lo suficiente, puedes retirarte en cualquier momento sin necesidad de motivos ni dar explicaciones a nadie. Todo un lujo en los tiempos que corren. Otra ventaja que a mí me gusta mucho es que puedes arriesgar sin límite porque, para el caso de que dilapides tu fortuna, enseguida te dan la oportunidad de volver a empezar borrando tus fracasos en el juego y sin que ello suponga perder la experiencia que hayas adquirido.
La verdad es que estoy encantado de que hayan incorporado a mi “BlackBerry” el Texas Hold’em Da mucho juego.
El juego de ponerse límites a si mismo es uno de los placeres secretos de la vida (Gilbert K. Chesterton)